Coches y chicas

Hace poco monté una versión de Springsteen con Danza Invisible. Se trataba de “Hungry heart”, una de sus canciones que más me gustan, aunque lamentablemente no nos autorizaron a adaptarla al castellano. Una pena, porque creo que había quedado francamente bien, pero parece que la cosa es tajante: el Boss no deja que nadie le cante en otro idioma. Pues vaya.

Unos años antes hice en directo “Cars & girls”, canción extraordinaria de Prefab Sprout (¿por qué nadie les reivindica?) en la que Paddy McAloon satirizaba salvajemente los tópicos springsteenianos: coches, chicas, autopistas nocturnas. El caso es que, sin darme cuenta, mi opinión sobre el Boss bascula entre ambos extremos, es decir, tiene discos y canciones que me encantan, pero hay parte de su repertorio que me resulta bastante coñazo, para ser claros. Eh, cuidadín, ahora estoy mirando en mi discoteca y tengo 7 discos suyos, así que está claro que algo me interesa el amigo Bruce, ¿no?

A ver por aquí, mmm, a mí me gusta mucho “The river”, de hecho fue de los primeros discos que pillé en formato CD. Aquí creo que está la quintaesencia de lo que puede ofrecer la E Street Band, con sus canciones imponentes, esa interpretación impetuosa, sin los desvaríos épicos que, al menos para mí, ensombrecen parte de su repertorio anterior, incluyendo pasajes del aclamadísimo “Born to run” -¿soy el único que considera perniciosas varias de las aportaciones de Clarence Clemons? Lo siento, rarito que es uno-. En cambio, sorry, no puedo con “Born in the USA”. Me quedo, sin duda, con las interpretaciones desnudas de “Nebraska”, aunque comienza a ser un tópico el considerarlo unánimemente como su mejor trabajo. Pero es que aquí está el Springsteen que se aproxima a Carver, el gran narrador de historias que inspiró a Sean Penn en la estupenda “Extraño vínculo de sangre”, película basada en la canción “Highway Patrolman”. Estos coches y estas chicas sí que me los creo, al igual que el escalofrío que me recorrió la piel al escuchar “Lift me up” al final de “Limbo” de John Sayles. Ese falsete emocionado demuestra que, como los grandes, Springsteen puede ser imprevisible. Qué temazo.

 

(Artículo publicado en EL MUNDO Madrid el 18-07-08).