El eterno femenino

Mañana toco en Madrid junto a mis amigos de Efecto Mariposa. Se trata de un macrofestival que se celebra en el Palacio de Deportes para celebrar el Día de la Igualdad de la Mujer. Me parece algo casi obsceno el que todavía tengan que existir este tipo de eventos, pero en fin, allí estaré yo de infiltrado rodeado de chicas.
A mí me encanta lo que yo llamo “el toque femenino” en el arte. Me explico, es esa sensibilidad “distinta” que hace de una obra algo indisolublemente ligado al mundo de la mujer. Pienso por ejemplo en películas como “Lost in translation” de Sophia Coppola, y su peculiar manera de tratar el amor y las relaciones de pareja, o el punto sensible e inteligente que muestran los films de nuestras Isabel Coixet o Icíar Bollaín. En música, su equivalente serían los mundos de manos delicadas de Joni Mitchell, o la gran Rickie Lee Jones (atención, ¡pronto en el Cervantes!), o incluso toda la nueva ola de extraordinarias cantantes de soul como Erykah Badu o Angie Stone. Delicias para el paladar.
Y la verdad es que en los últimos años existe un verdadero renacer de grandes intérpretes femeninas. La lista podría ser para volverse loco: Cat Power, Amy Winehouse, Norah Jones, Leslie Feist. Hasta yo en mi último disco he dejado que los coros los hagan chicas, principalmente. ¡Y he metido en mi banda a la chula de Paula!.Guau, qué maravilla.
Pero esto me lleva a pensar en el escaso peso que tradicionalmente han tenido las mujeres en la música nacional. Venga, vamos a dar caña, me refiero a la escasez de instrumentistas y cantantes-compositoras de peso en este país. Vocalistas excepcionales hay un taco, pero faltan autoras que sepan proyectar una visión propia del mundo, algo así como lo que hacían las Vainica Doble o Maria del Mar Bonet (una artista absolutamente a reivindicar) en los 70. El icono de la Movida fue Alaska, pero ella sólo ponía voz e imagen; las canciones eran del binomio Berlanga-Canut. Aquí y ahora tenemos voces estupendas como las de Pasión Vega, Diana Navarro, o la Mari de Chambao, pero pasa lo mismo: cantan mayormente canciones hechas por tíos. ¡Decidme guitarristas, decidme teclistas!
Yo me refiero por ejemplo a cosas como la excepcional Buika. Mira por donde, he dado con el ejemplo perfecto, una tía que es la hostia. La vi hace unas tres semanas en Ollerías y flipé. Una mezcla absolutamente natural de jazz-copla-flamenco-soul-áfrica que me hace pensar que el influjo en nuestra música popular de los inmigrantes va a ser hiper-positivo. Canta, toca, interpreta y compone, y todo con ese “toque femenino” tan especial del que hablaba. Despertad, chicas, nos hacéis falta para que el panorama cambie, mientras más seáis nos va a ir a todos mucho mejor.

(Artículo publicado en ADN Málaga el 22-03-07)